1.25.2009

Mi amiga y mi país








Cuando se debe hacer creer con
convicción que los sueños
se pueden realizar…


Desolados, tristes y pidiendo ayuda a gritos aparecieron en la puerta de mi casa: una en persona y el otro en fotografía en el periódico. Lo más sensato en ese momento era dejarlos pasar y escuchar sus problemas, resolverlos. O por lo menos, hacer algo porque esa depresión se hiciera más soportable. Ambos tenían un dolor muy profundo, que trataban de ocultar con la máscara de la dureza y el grito. Un dolor que se había formado hacía años por la crueldad y la indiferencia de unos padres que disminuían su importancia por ser hijos menores.

Ella creció siempre a la sombra de los otros, los importantes de la casa. Y en el otro caso, mi país creció bajo la enorme sombra de Lima. Porque siempre se dijo que Lima era el Perú. Ambos, mi amiga y mi país, crecieron y vivieron solos durante mucho tiempo. Sin paternalismo, sin la cercanía de los grandes. Sus problemas eran suyos. Tuvieron que aprender a crear la calidez y la proximidad para con ellos mismos. Mientras tanto los grandes, los hermanos grandes (entiéndase Lima y los hermanos mayores de mi amiga) seguían con su vida como si nada. Muy por el contrario, los gritos desesperados de auxilio por ayuda fueron tomados como una falta de respeto.
A ella le decían que se quedara en su cuarto y en su pequeño mundo sola. Y a mi país le decían que se quedara en sus tierras labrando por 5 soles el saco de coca. La sola idea de surgir era tomada como un hecho irresponsable y sin fundamento.

Y con esto no sugiero que todo mi país ocupe Lima: cada uno de ellos tiene mucho dentro de ellos mismos para seguir adelante y a paso firme. Pero, en este momento es necesario recordar que cada intento de surgir por ellos mismos le quitaba protagonismo a la ciudad del los reyes. De ahí la rabia a esa falta de confianza de sus padres. De mi amiga por no dejarla vivir su vida sola y de mi país por no poder hacer libre y fuerte empresa. Como si ellos solos no pudieran hacer bien las cosas como hasta ahora lo han venido haciendo.

Así ambos vivieron un constante vía crucis sin final y sin salida. Donde cada estación marcaba en ellos la tristeza y el rencor hacia esa falta de amor e importancia que tanto necesitaron desde siempre. Hoy el panorama es distinto. Si bien los padres (de mi amiga y de mi país) han hecho muy poco por remediar la falta de calidez de tantos años, el trabajo de hace unos meses puede tomarse muy en cuenta. Sólo que es muy probable que mi amiga y mi país desconfíen mucho de ese nuevo interés. Espero ahora que esos padres se mantengan firmes y tercos por recuperar la confianza que tanto se necesita para amanecer de nuevo.

Y Dios, hoy, te pido por todos: los padres, mi amiga y mi país.

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